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Mostrando entradas de enero, 2011

Basta de cuentos.

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Una vez, conocí a un hombre que se la pasaba acordándose de todo y nada sin motivo, aunque sépalo bien: nada es sin motivo, al menos, sin motivo aparente. Así que este caballero, como no tenía trabajo, se pasaba los días en bibliotecas, las noches en las cantinas y las madrugadas en las calles. Como este vagabundo caminante no tenía trabajo, ni oficio que le diera beneficio, consumía su miserable existencia en la soledad, el trago y los recuerdos de una niñez tormentosa. Debido a que el gobierno de su majestad Morales asaltó el poder súbitamente, llegó a la triste conclusión de que las cosas para él no iban a mejorar, por lo menos no en esta vida; vio que era mejor ponerle fin a su miserable existencia y para asegurarse de no fallar en el intento quedándose parapléjico o algo peor, decidió prenderse fuego después de tomar raticida al tiempo que saltaba por el puente de Las Américas. Todo estaba listo, pero había un problema: La carta póstuma. Como sea que a este cuate le gustaba lee

Qué lindo sería...

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Qué lindo sería extraviar repentinamente nuestra memoria y encontrarla de casualidad después de muchos años en la grieta de nuestro viejo velador. Sería tan bonito desdoblarla asombrados y aunque esté un poco ajada y borrosa, mirarla de derecho y de revés; reconociéndola minuto por minuto, hora tras horas, día por día, año tras año. Sabiendo que es nuestra memoria tal como la recordábamos. Sería tan lindo saber que la hemos encontrado de forma meramente accidental, que recordaríamos haberla perdido un día frente al ventanal de una estación de buses, donde las gotas de la lluvia chocaban contra el cristal resbalando lentamente hasta el piso, tal como las lágrimas de nuestros ojos. Y recordaríamos que dentro de nosotros decíamos: “pobres nuestros ojos, pobres ojos que ven azorados como este corazón construido con sangre y sudor, se marcha sin voltear ni decir adiós”. Y nuestra memoria engordaría de tantos recuerdos tragados a fuerza de felicidad, que sentiría vergüenza de estar bam